En los últimos años, hemos asistido a cambios en la arquitectura de los procesadores. Poco a poco, se han ido eliminando algunas barreras físicas y ahora nos encontramos con componentes de menor tamaño, pero más potentes. En este sentido, cada fabricante sigue sus propias normas y, pese a que encontramos un puñado de firmas encargadas de suministrar chips al resto de marcas, también existen decenas de modelos distintos que se diferencian en aspectos importantes como el número de núcleos o la frecuencia que pueden alcanzar. Estos matices pueden determinar no solo el precio de una tablet cuando ya sale a la venta, sino también, el funcionamiento correcto o no del dispositivo una vez lo adquirimos.
La aparición de diversos soportes enfocados a todo tipo de públicos, ha dado como resultado que los usuarios sean más exigentes en cuanto a las prestaciones que pedimos a los mismos. Los modelos enfocados a un sector más profesional son un ejemplo de cómo la velocidad y el rendimiento han dado un salto más allá en el sector de las tablets pero, las características más importantes acerca de los procesadores y que todos conocemos, no son las únicas. A continuación, os contamos más elementos a tener en cuenta para saber si un terminal es veloz o no.
Algo más que núcleos
Como hemos mencionado en otras ocasiones, el rendimiento no viene determinado sólo por el número de células. A la hora de cuantificar la verdadera potencia de un terminal, debemos tener en cuenta otros parámetros como la arquitectura o los procesos que ejecuta para llevar a cabo las tareas de la manera más eficaz posible. El funcionamiento, no solo del sistema operativo, sino de todo el hardware del terminal, también depende del chip.
¿Qué es la paralelización?
A muchos, el término puede resultarles desconocido. Sin embargo, esta tecnología es la que ha posibilitado por un lado, la reducción del tamaño de los procesadores y por otro, el aumento de su potencia. Hasta hace relativamente poco, la ejecución de las tareas se realizaba de manera secuencial, es decir, se ordenaban en una lista y el procesador las completaba una a una. Con la paralelización, el trabajo se distribuye, es decir, si hay una lista con 10 tareas y tenemos un procesador de dos núcleos, cada uno de ellos realiza cinco, con lo que se alivia la carga de ambos y al mismo tiempo, se completan antes. Sin embargo, hay algunos procesos que no pueden realizarse por una u otra célula, sino que se trabaja de manera conjunta.
¿De qué más depende el rendimiento?
Como hemos visto, los núcleos son una parte importante pero no la primordial ya que dentro de un procesador, pese a sus dimensiones reducidas, encontramos que este objeto es un auténtico cerebro que también alberga una gran cantidad de memoria que no solo se encarga de recordar cómo deben ejecutarse los procesos, sino también, de coordinar a las diferentes células y posibilitar la distribución de las cargas. Por tanto, ¿Qué es mejor, un procesador con 4, 6 o incluso 8 núcleos o uno de 2? A primera vista, podemos suponer que a mayor cantidad de éstos, mejor rendimiento y en parte, es cierto. No obstante, hay otros factores a tener en cuenta como por ejemplo, la cantidad de circuitos integrados, la distribución del resto de componentes electrónicos o también, una buena base algorítmica, es decir, la encargada de dar las instrucciones, decir cómo se realizan y cuál es su orden.
La ejecución fuera de orden
Al igual que nos sucede a nosotros cuando queremos planificar algún viaje y dejarnos hechas todas las tareas que puedan aparecer durante los días que estemos fuera, los procesadores también tienen la capacidad de adelantar el trabajo hecho. La paralelización es una vez más, la responsable de esto ya que cuando uno de los núcleos ha terminado de realizar todos los procesos que le corresponden, es capaz de seguir con otros para mejorar aún más el rendimiento de los terminales. Sin embargo, debemos tener en cuenta un aspecto importante: Los núcleos son capaces de realizar en poco tiempo cientos de miles de tareas a una gran velocidad.
Núcleos, tareas, ¿Y la frecuencia?
Por último, hablamos de otro de los parámetros fundamentales que determinan la velocidad máxima que puede alcanzar un procesador. La frecuencia, como recordamos anteriormente, se mide en impulsos eléctricos por segundo que se cuantifican en Gigahercios y se encarga de decirnos con qué periodicidad la CPU de nuestra tablet o smartphone es capaz de realizar las tareas.
Como habéis visto, el procesador es la suma de diferentes componentes que tienen unas tareas muy definidas pero que necesitan de la colaboración constante entre ellos para garantizar una experiencia de uso óptima. Tras conocer qué otros elementos entran en juego, ¿Pensáis que los fabricantes deben centrarse en equilibrar más cada uno de ellos para ofrecer un resultado en conjunto aún más completo, o sin embargo creéis que se está avanzando en la dirección correcta y que la velocidad es un componente clave a la hora de determinar si un terminal es atractivo o no? Tenéis disponible más información relacionada como por ejemplo, las características de los chips que podemos encontrar en los modelos más potentes para que podáis conocer más sobre ellos.