El otro coste que se paga al comprar nuevas tablets y smartphones

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Hace unos días os contábamos más sobre los materiales que se utilizan para fabricar las tablets y smartphones que millones de personas utilizan a diario. Desde materiales fáciles de conseguir como el cristal, hasta otros rodeados de la polémica como el coltán, la electrónica de consumo es el resultado de la unión entre la química, la ingeniería y la tecnología que, a pesar de que ha facilitado la vida de muchos en cuestión de pocos años, como sucede en otros campos, también tiene unas implicaciones negativas. Aunque a primera vista, podamos encontrar terminales que se ajustan a todos los bolsillos y que van desde los que no superan los 50 euros, hasta los que rompen la barrera de los 1.000, el coste económico no es el único al se debe hacer frente a la hora de comprar nuevos modelos.

Los minerales y elementos utilizados son el producto resultante de unos procesos geológicos y medioambientales sucedidos durante millones de años. En muchos casos, la recogida de todos estos materiales puede ser complicada. Sin embargo, el reciclaje y reutilización una vez se acaba la vida útil de los mismos también puede ser difícil si tenemos en cuenta que algunos de los materiales utilizados ocasionan problemas tanto en la salud de las personas, como en su entorno si no son tratados correctamente. ¿Sabíais que en 2014, se produjeron casi 42 millones de toneladas de residuos tecnológicos?

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¿Mayor o menor tiempo de uso?

En los últimos años, hemos asistido a una mejora de los terminales que se traduce en carcasas de elementos más resistentes, su capacidad de aguantar polvo y agua entre otros y además, avances importantes en cuanto a las características en terrenos como la imagen, el rendimiento o la autonomía. Sin embargo, la frecuencia de lanzamientos, que puede llegar muy alta en el caso de las más grandes, y la incorporación de multitud de compañías de todos los tamaños que también se suman al mercado, lleva a una situación comprometida en la que prima la puesta a la venta de modelos novedosos al menos una vez al año que obliga a la sustitución de los anteriores con más rapidez.

El proceso de reciclado

Según la ONU, en 2018, se superarán los 50 millones de toneladas de residuos tecnológicos. Esta cifra, que ha ido aumentando en los últimos años, tiene dos grandes causas: Por un lado, la aparición de una masa de consumidores formada por cientos de millones de personas procedentes de los países emergentes que se a través de la mejora de su poder adquisitivo, pueden adquirir tablets y smartphones. Por otro, el hecho de que resulta más barato enviar los terminales a terceros países para su desmantelamiento o para darles un nuevo uso antes que reciclarlos. La organización afirma que Estados Unidos y China son los dos grandes productores de basura tecnológica del mundo.

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Un ejemplo: El litio

Este elemento es el más utilizado para fabricar las baterías de los terminales. Como sucede con otros minerales, su extracción requiere de procesos que no solo transforman el terreno desde el punto de vista visual sino que requiere del uso de grandes cantidades de agua. Al mismo tiempo, cuando entra en contacto con la superficie, padece una serie de reacciones químicas en las que se liberan gases como el hidróxido de litio que pueden ser corrosivos. Los ecosistemas acuáticos son los más afectados durante su proceso de reciclaje.

El papel de las tierras raras

Tanto en electrónica de consumo como en otros terrenos como las infraestructuras, este grupo está adquiriendo un gran protagonismo en los últimos años. El nombre que reciben no es fortuito, ya que este conjunto de elementos son escasos y muy difíciles de conseguir. Su obtención se realiza a través de minas a cielo abierto que no dejan de emanar gases que en algunos casos son radiactivos. El profesor de Tecnología Electrónica de la Universidad de Cádiz, Enrique Montero, asegura que la extracción de una sola tonelada de tierras raras genera unos 10.000 metros cúbicos de gases como el dióxido de azufre que van a parar a la atmósfera, mil kilos de residuos radiactivos, ya que en ocasiones se puede encontrar uranio en este conglomerado de materiales, y se producen 75.000 metros cúbicos de agua ácida que acaban penetrando en el subsuelo.

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¿Dónde acaban nuestras tablets y smartphones?

A pesar de que el 90% de los componentes de los dispositivos son reutilizables y se pueden reciclar, para encontrar el lugar a dónde van a parar cuando ya han dejado de ser «útiles» debemos ir a Ghana. En Accra, la capital del este país africano existe un distrito llamado Agbogbloshie que se ha convertido en el cementerio de residuos electrónicos procedentes de todo el mundo. Los costes actuales del procesamiento son elevados, por lo que para muchos países resulta más rentable enviar a lugares como este toda su basura, que genera problemas serios de salud entre los miles de personas que trabajan con ella a diario sin protección ni medidas de seguridad.

Para fabricar las tablets y smartphones que se han convertido en instrumentos fundamentales para muchos, es necesaria la recolección de una serie de recursos que en muchos casos, son finitos y que tienen un coste medioambiental que puede llegar a ser muy caro si tenemos en cuenta que tras el cese de su uso, no son desmantelados de manera correcta y siguen dejando huella en el entorno. ¿Pensáis que los fabricantes deberían frenar la frecuencia de sus lanzamientos? ¿Creéis que todos los actores del sector deberían tomar medidas para asegurar la correcta eliminación de los residuos tecnológicos? Tenéis disponible más información relacionada como por ejemplo, una lista con los materiales que forman parte de vuestros terminales para que podáis conocer más.


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